La historia de la Ballena Azul
La noche del 14 de mayo de 2017, el programa de televisión italiano Le Ieneemitió un largo reportaje televisivo titulado «Ballena azul, se suicida por diversión». En el vídeo, la «hiena» Matteo Viviani camina por una calle, señala un edificio y comienza a contar una historia: «Estamos en Livorno. Ese de ahí es el edificio más alto de toda la ciudad. El 4 de febrero, a primera hora de la mañana, un chico de 15 años se metió en él, subió al piso veintiséis y se suicidó». Detrás de ese «gesto absurdo», dice que se esconde algo «aún más monstruoso». «Para contar bien toda la historia», explica Viviani, hay que partir de Rusia, donde «en los últimos años cientos de adolescentes se han suicidado tirándose de edificios». Mientras pasan por la pantalla vídeos de aficionados saltando al vacío desde distintos edificios, acompañados de una música angustiosa, subraya que «lo más inquietante es que mientras saltan de los edificios, se dejan filmar» por otros chicos, que «estaban allí a propósito, siguiendo un plan muy concreto». En todos estos casos, los chicos debían estar «siguiendo las reglas de un juego macabro», llamado Ballena Azul.
La historia de un reto llamado Ballena Azul, descrito como un peligroso juego online que lleva al suicidio tras una serie de pruebas no fue, sin embargo, exclusiva de Le Iene. Durante varios meses, desde principios de 2017, los medios de comunicación italianos publicaron artículos en los que se daba la voz de alarma sobre la Ballena Azul, un «reto de terror» –como lo enmarcaba un título– que, al parecer, había provocado la muerte de más de un centenar de adolescentes en Rusia, así como en otros países europeos.
La historia de la Ballena Azul fue solo el último ejemplo en que los medios de comunicación italianos hablan sobre peligrosos retos online con tonos sensacionalistas: en 2015, por ejemplo, el periódico Il Giornaletituló «La última locura online: rocíate con alcohol y luego préndete fuego». En 2016, Il Tempopublicó el titular: «Asfixiarse hasta desmayarse. Un nuevo juego online asusta a las familias». Los retos eran diferentes, pero todos se describían como parte de una dinámica que involucraba a los jóvenes en línea y que estaba potencialmente fuera de control. Esta narrativa mediática, sin embargo, explotó realmente en Italia con el reportaje de Le Ienesobre la Ballena Azul, lo que provocó consecuencias negativas que se ilustrarán más adelante.
Empecemos por los orígenes de este «juego macabro». Para ser justos, la historia que hay detrás aún no está del todo clara, pero parece que a los detalles inventados se añadieron pronto elementos reales. La historia parece haberse originado en Rusia, después de que una chica llamada Rina Palenkova se suicidara en 2015. Ella había publicado un selfi en la red social rusa VKontakte con la descripción «Adiós» el día anterior – la foto se convirtió más tarde en un meme. Un análisis en profundidad de la BBC informa de que su muerte tuvo una atención morbosa en los grupos de VK de jóvenes, dando lugar con el tiempo a historias falsas e invenciones sobre su suicidio. La historia de Rina se mezcló así con otros casos de suicidio de adolescentes. Estos grupos no tardaron en llenarse de publicaciones sobre el suicidio, dibujos de Rina Palenkova y menciones a las ballenas azules.
Pero, ¿cómo ha llegado esta historia a los periódicos de todo el mundo? Se lo preguntamos a Andrea Angiolino, experto en juegos y autor de televisión que se ha ocupado ampliamente de Ballena Azul y de las falacias que rodean la historia:
En mayo de 2016, la revista independiente rusa Novaya Gazetapublicó un artículo sobre la presencia de miles de grupos en la red social rusa VK, en los que se inducía a los adolescentes al suicidio mediante una serie de pruebas introducidas por adultos anónimos que utilizaban técnicas de manipulación psicológica. Los padres, según el artículo, lo ignoraban por completo. La mayoría de los «130 suicidios registrados entre noviembre de 2015 y abril de 2016» en Rusia estaban relacionados con estos grupos online, apuntaba el artículo. La publicación de Novaya Gazeta se basaba principalmente en los testimonios de algunas madres de adolescentes que se suicidaron en un breve periodo de tiempo.
Pero, ¿en qué consiste exactamente el reto conocido como Ballena Azul? Se lo preguntamos a Angiolino:
El artículo desató el pánico y la alarma en Rusia. Russia Todayescribió que las autoridades competentes estaban investigando la información y que ya habían cerrado muchos de los grupos de VK que contenían material relacionado con el suicidio. Sin embargo, RTtambién señaló que el artículo había recibido muchas críticas de periodistas y expertos en suicidios de adolescentes. Según ellos, el artículo era parcial y el autor no había aportado ninguna prueba que demostrara una relación entre los grupos y los suicidios. El sitio ruso Meduzatambién señaló que Novaya Gazetano había analizado adecuadamente el problema de los suicidios de jóvenes en Rusia, extrapolando datos y sin basarse en ninguna fuente oficial y verificada.
Una dinámica similar se produjo en Italia tras la emisión del reportaje de Le Iene. El corresponsal de Le Iene también se basó en entrevistas con algunos padres de niños rusos que se habían suicidado anteriormente saltando de edificios, recogiendo testimonios que parecían validar la hipótesis de un desafío continuo. Según dos madres, los amigos de las hijas sabían lo que iba a ocurrir porque era un reto para «subir de nivel» en el juego en el que todos participaban, pero nadie había dicho nada. No contar el reto en el que se participa era supuestamente una de las reglas que debían seguir los participantes de Ballena Azul. Según el informe de Viviani, a los participantes se les proporcionaba una lista de pruebas que debían completar, en la que se detallaban las acciones que debían seguir durante «el juego», entre ellas realizar y fotografiar actos de autolesión. La lista era supuestamente enviada a los participantes por personas llamadas «comisarios». Así, los «comisarios» atraían a los adolescentes curiosos al juego enviándoles «vídeos satánicos, imágenes de asesinatos y, sobre todo, muchos suicidios».
Le Ienedijo que el desafío de la Ballena Azul se originó en Rusia, pero se extendió a otros países, entre ellos Italia. Aquí el informe vuelve al punto de partida: Livorno. Según el informe de Le Iene,la muerte de un joven de 15 años por suicidio en Livorno podría estar relacionada con la Ballena Azul. La afirmación fue apoyada por uno de los compañeros de clase de la víctima, que había sospechado de algunos comportamientos de su amigo.
Tras la emisión del informe, la atención pública sobre este desafío creció repentinamente y los medios de comunicación italianos cubrieron decenas de casos de prácticas de autolesión que podían atribuirse a Ballena Azul. En ese momento, la Policía Postal subrayó que la difusión de este desafío en los medios de comunicación aumentaba los riesgos de imitación. Al hacerse viral la noticia, el reportaje de Viviani recibió diversas críticas que se centraron en la veracidad de los contenidos presentados y problematizaron la forma de contar la historia.
Algo no cuadra
Las críticas iniciales a lo que había escrito Novaya Gazeta se convirtieronen verdaderas dudas sobre la veracidad de la noticia, y empezó a circular la posibilidad de que los suicidios no estuvieran directamente relacionados con un desafío viral. Desde entonces, la supuesta solidez del reto de la Ballena Azul, ahora viral e internacional, se ha tambaleado y, gracias a un enfoque periodístico basado en los hechos y en la verificación de la información, se han desenmascarado errores y descuidos, redimensionando considerablemente el fenómeno y poniendo en evidencia sus falsedades. Pero empecemos por la publicación que primero hizo saltar la alarma: Radio Free Europe / Radio Liberty (RFE / RL).
El 21 de febrero de 2o17, RFE/RLpublicó un artículo de Sergei Khazov-Cassia titulado «Los ‘juegos suicidas’ de los adolescentes estremecen al mundo ruso». El artículo repasaba brevemente lo que se sabía de la historia en ese momento: según una investigación publicada por Novaya Gazeta, grupos de adolescentes se suicidaron en Rusia porque fueron empujados a hacerlo por un desafío en línea conocido como Ballena Azul. Sin embargo, Khazov-Cassia aclara desde las primeras líneas que, aunque los medios de comunicación rusos se refirieran a una relación causal entre el reto y el suicidio, en realidad «ningún suicidio en Rusia o en Asia Central se ha relacionado definitivamente con Ballena Azul». En apoyo de lo que escribe, Khazov-Cassia aportó pruebas: se puso en contacto con los familiares de las víctimas y les pidió confirmación de lo que contaba la prensa, no siempre encontrando correspondencia.
Entonces decide investigar el funcionamiento de los grupos en Vk y comprobar de primera mano la presencia real del reto, creando una cuenta y contactando con algunos de los supuestos “comisarios”. Uno de ellos, al explicarle las normas, le dice que es necesario «completar cada reto con diligencia» y que «nadie debe saber nada». Una vez que hayas completado el encargo, debes enviarme una fotografía. Al final del juego, morirás. ¿Estás preparado?». El comisario advirtió que no hay posibilidad de volver atrás, ya que el juego no puede abandonarse una vez iniciado.
Lo que luego ocurre con el periodista de RFE/RLproporciona algunas pistas sobre la veracidad de la Ballena Azul: algunos comisarios dejan de responder al cabo de unos días, otros tienen sus cuentas bloqueadas. Hay más: la supuesta obligación de completar todas las pruebas y la imposibilidad de abandonar el juego no se confirman ni en la red ni en la vida real. Para demostrarlo, Khazov-Cassia no solo experimentó la interrupción del juego de primera mano, sino que también aportó el testimonio de un jugador que, tras interrumpir su participación y recibir un mensaje amenazante de su comisario, declaró no haber tenido ninguna noticia del juego ni reacciones en la vida real.
RFE/RLno es la única realidad periodística que quiso saber más: el 17 de mayo de 2016 el periódico online lenta.rupublica una investigación compartiendo sus descubrimientos: «entre bastidores», Ballena Azul estaba formado por personas muy jóvenes que habían creado toda una red de grupos sociales a partir de mediados de 2015, compartiendo imágenes y vídeos (algunos reales, otros modificados o simulados) de autolesiones y utilizando la simbología de las ballenas y las mariposas. ¿Por qué? Sus respuestas eran variadas: desde tener muchos suscriptores para atraer a los anunciantes y ganar dinero hasta identificar y ayudar a los adolescentes con problemas.
¿Existen realmente los «grupos de la muerte», entonces? Responde Angiolino.
Pero eso no es todo: el artículo de RFE / RLtambién cuestiona (y recontextualiza) los datos comunicados por Novaya Gazetasobre el número de suicidios. Novaya Gazetahabía hablado de «130» suicidios entre «noviembre de 2015 y abril de 2016», pero no había contextualizado los datos. Tras las primeras polémicas, el periódico había declarado que el cálculo no procedía de una fuente oficial, sino que se basaba en un grupo de padres decepcionados por cómo las autoridades habían investigado la muerte de sus hijos y que habían decidido investigar de forma independiente. Sin embargo, hay que situar la cifra en el contexto correcto, ya que procede de un país, Rusia, con una elevada tasa de suicidios. Según datos de Naciones Unidas, Rusia fue el tercer país del mundo en suicidios entre adolescentes en 2013, un valor más de tres veces superior a la media mundial, sin tener en cuenta los casos de intento de suicidio o de muerte no clasificada como tal. En su artículo para RFE/RL, Khazov-Cassia intentó contextualizar los supuestos «130» suicidios asociados a Ballena Azul escribiendo que «según el gobierno ruso, 720 menores se suicidaron en 2016». «Las autoridades afirmaron que las principales razones fueron el amor no correspondido, la familia y los problemas de salud mental», añadió: «solo el 0,6% tiene relación con Internet o las redes sociales». Las razones se confirman en los datos de Naciones Unidas antes mencionados, que también apuntaban las mismas causas para el 2o12. Otros estudios demostraron que Internet y las redes sociales por sí solas no desempeñan un papel principal en la conducción al suicidio, pero pueden tener un impacto negativo en personas ya vulnerables.
En resumen, la investigación de la RFE/RLdemostró que no hay confirmaciones oficiales que vinculen los suicidios con el desafío de la Ballena Azul, que en varios casos no había habido repercusiones por detener el juego, que el número de suicidios procedía de fuentes no oficiales y que el artículo carecía del contexto necesario para entender correctamente el fenómeno. En mayo de 2016, la investigación del caso de la Ballena Azul condujo a la detención de uno de los comisarios, Philipp Budeykin, alias «Philip Liss», y a la condena por incitación al suicidio en dos episodios. Más tarde, una investigación de las autoridades rusas demostró que la influencia de los «grupos de la muerte» en los suicidios era en realidad mínima, al contrario de lo que informó la prensa. Tras este episodio, el país aprobó una ley que permite bloquear los grupos en línea que instigan al suicidio. También se aumentaron las penas por instigar al suicidio (de 8 a 15 años de cárcel).
Pero, ¿qué ocurrió en el resto del mundo y, sobre todo, en Italia?
Errores e impresiciones en Le Iene
En los días siguientes a la difusión del artículo de Le Iene, las búsquedas en Google mostraron un claro aumento del interés de los usuarios italianos por la Ballena Azul, incluyendo la creación de perfiles dedicados en Twitter y hashtags específicos. Al igual que en Rusia, esto fomentó la preocupación por un fenómeno que la prensa describió erróneamente como cierto y extendido en Italia, aunque varios detalles del reportaje de Le Ieneno cuadraban.
La primera incoherencia aparece al principio del vídeo, cuando Viviani habla de un caso de suicidio vinculado a la Ballena Azul que habría ocurrido «el 4 de febrero de 2017», en el que estaba implicado un chico de 15 años de Livorno. En realidad, el caso se remontaba al 6 de marzo y no se demostró ninguna relación con el reto de la Ballena Azul. Los investigadores también negaron cualquier conexión.
Además, los vídeos de aficionados difundidos por Le Ienepara apoyar la afirmación de que la Ballena Azul era un fenómeno grave que llevaba al suicidio a «cientos de adolescentes» que se grababan entre sí en Rusia habían sido descontextualizados. Como observó el bloguero Andrea Rossi, uno de los vídeos fue grabado en China. Otro procedía de Ucrania, y el pie de foto decía que el suicidio había sido por causas amororsas y que el vídeo había sido grabado por un adulto, en presencia de otros adultos y de la policía. Otro vídeo fue grabado en Rusia, pero mostraba el suicidio de una pareja de drogadictos, mientras que el último vídeo que pretendía mostrar a «dos adolescentes que decidieron matarse» es en realidad una macabra simulación.
Eso no es todo, el reportaje continúa con una entrevista a tres padres y termina con la intervención de Sergej Pestov, presentado como padre de una de las personas fallecidas. Pestov habla de «157 víctimas», una cifra que Viviani da por buena. Aunque, en realidad, como ya se ha explicado, no hay confirmación oficial sobre el número de suicidios directamente relacionados con el desafío de la Ballena Azul, ni en Rusia ni en ningún otro país.
El vídeo de Le Iene y las posteriores coberturas periodísticas que se emitieron no solo contribuyeron a difundir la desinformación en la fase de edición: también utilizaron un tono sensacionalista. Como explica Angiolino:
Por lo tanto, tanto en Italia como en el extranjero, la información incorrecta sobre el asunto de la Ballena Azul y las narrativas incorrectas realizadas por quienes contaron la historia tuvieron consecuencias peligrosas. Estas publicaciones llegaron a afectar directamente a la vida y la preocupación de los jóvenes, las familias y los expertos, desatando el llamado «pánico moral» en torno al tema. La expresión indica una forma de pánico colectivo e injustificado ante un tema que es considerado por muchos como una amenaza o un peligro, cuando su alcance real es en realidad mínimo. Los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental, así como las decisiones que toman a la hora de cubrir cuestiones sociales.
El pánico moral no es un fenómeno reciente, ni está necesariamente asociado a Internet y las nuevas tecnologías: ha contribuido a algunos episodios históricos como los casos de caza de brujas o la persecución de judíos. Como reconstruye Stanley Cohen en Folk Devils and Moral Panics, el pánicomoral también alimentó las leyendas urbanas y los prejuicios en torno a los Mods y los Rockers, subculturas juveniles de la clase trabajadora londinense que eran representadas como desviadas. Un caso similar ocurrió en Estados Unidos con el mito de los payasos asesinos. Hoy en día, los acontecimientos aislados relacionados con el terrorismo o la inmigración corren el riesgo de alterar la rutina normal de los medios de comunicación, provocando un interés obsesivo por un determinado acontecimiento y el riesgo de un pánico colectivo injustificado.
El caso de la Ballena Azul entra perfectamente en la categoría de «víctimas» de los medios de comunicación: su éxito mediático, y los temores y posibles fenómenos de imitación que engendró, dependieron directamente de la forma en que se contó y se informó de la noticia.
Riesgos de imitación
Sin embargo, el pánico moral y la difusión incontrolada de leyendas urbanas son solo algunos de los aspectos potencialmente problemáticos de una cobertura mediática superficial y sensacionalista de los retos sociales, y probablemente los más inofensivos. El peligro concreto es el de favorecer el llamado «efecto Werther», una dinámica de imitación teorizada por primera vez en 1974 por el sociólogo David Phillips, según la cual la publicación por los medios de comunicación de un caso de suicidio sería capaz de generar una racha de nuevos suicidios.
El fenómeno debe su nombre a la novela epistolar «Las penas del joven Werther», publicada en 1774 por Johann Wolfgang Goethe. La novela termina con el suicidio del protagonista, enamorado de una mujer que, a pesar de parecer corresponder a sus sentimientos, acaba casándose con otro hombre. Cuenta la leyenda que la publicación del libro generó una larga serie de fenómenos parecidos en la época, hasta el punto de obligar a Goethe a cambiar ligeramente el final, añadiendo una advertencia que decía «Sé un hombre y no sigas mi ejemplo» en una reimpresión de 1775. Sin embargo, como explica el sociólogo Frank Furedi en un ensayo de 2015 dedicado al «primer caso de pánico moral», la epidemia de suicidios que siguió a la publicación de la novela no fue tan relevante e, incluso en ese caso, fue un asunto magnificado por los medios de comunicación.
Más allá del hecho histórico en sí, el fenómeno sociológico conocido como «efecto Werther» se ha confirmado repetidamente a lo largo del tiempo, dando lugar a la teorización de un efecto igual y opuesto («efecto Papageno«, del personaje con voluntad suicida que aparece en La flauta mágica de Mozart, salvado en su intento por la intervención de tres jóvenes) que, en cambio, pone de manifiesto el poder de contención de los medios de comunicación en la dinámica de las autolesiones. La teoría de los suicidios imitativos alimentados por la cobertura mediática ha sido estudiada desde hace tiempo en los círculos académicos y, como veremos en el quinto capítulo, ha tenido repercusiones directas en la ética periodística y en las normas adoptadas en las redacciones de todo el mundo.
La mayoría de los estudios sobre el tema se basan en la teoría del aprendizaje social y en la idea de que un adolescente vulnerable puede acabar identificándose excesivamente en la víctima de un suicidio, identificando la posibilidad de elegir su propio destino. A lo largo de los años, la teoría ha sido corroborada por las numerosas pruebas experimentales recogidas en estudios dedicados al tema. Son especialmente relevantes las realizadas por la doctora Madelyn Gould, de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Entre los casos más conocidos del «efecto Werther» -o suicidio por imitación, «suicidios por fotocopia», como se rebautizarán posteriormente-, David Phillips informó de que al suicidio de Marilyn Monroe le siguió un exceso de suicidios equivalente a 363 unidades entre Estados Unidos y el Reino Unido, en comparación con la media de la población. La misma etiqueta se ha aplicado a lo largo de los años a las consecuencias de muertes famosas, como la del portero alemán Robert Enke en 2009 y la del actor estadounidense Robin Williams en 2014.
Merece la pena añadir otro dato: a finales de 2019, el suicidio era la segunda causa de muerte entre los adolescentes estadounidenses de entre 15 y 19 años (datos proporcionados por los CDC, los centros estadounidenses de prevención y control de enfermedades), solo precedidos por las muertes causadas por lesiones accidentales. En el ámbito europeo también se han producido estadísticas muy similares: según un reciente informe publicado por Unicef, 1.200 niños y adolescentes de entre 10 y 19 años ponen fin a su vida cada año. También en este caso es la segunda causa de muerte en este rango de edad.
En definitiva, la excesiva exposición mediática de un suicidio repercute de forma directa y constatable en la posibilidad de que se produzcan nuevos suicidios y el público más expuesto a esta dinámica es, inevitablemente, el formado por los adolescentes. Una correlación que se intensifica cuanto más detallada e innecesariamente sensacionalista sea esa exposición.
Esto nos lleva directamente al 21 de mayo de 2017, día en el que el caso de la Ballena Azul volvió con fuerza a la actualidad italiana, esta vez por una historia real. El protagonista es un niño de 11 años de Sarno (Salerno) que, en torno a las 21.45 horas, intentó subirse al tejado de un teatro, manifestando su intención de saltar, tal y como especificaba la última regla de la Ballena Azul -la que invitaba a «saltar desde un edificio alto» para «recuperar la vida». El niño fue rescatado por unos amigos. Los familiares explicarán más tarde que «solo pretendía iniciar un juego que en realidad nunca había iniciado», tras oírlo en la televisión.
Los fenómenos de imitación no conciernen solo a las posibles víctimas, sino también a los potenciales ejecutores. Es el caso de la joven de 23 años que en octubre de 2018 fue detenida como sospechosa de instigar a una niña de 12 años a suicidarse, haciéndose pasar por comisaria del juego de la Ballena Azul y provocándole cortes en el cuerpo como parte del reto. En 2021 la chica, que ahora tiene 25 años, fue condenada por el Tribunal de Milán a cumplir un año y medio de prisión: la investigación judicial llevada a cabo por el fiscal de Milán Barilli no encontró ninguna conexión real con las supuestas organizaciones reseñadas por Le Iene, sino solo un episodio de imitación alimentado por el revuelo mediático.
La sentencia, pronunciada por el juez de Milán Martone, hablaba de un fenómeno que «no parece tener las características de una asociación estable de personas realmente existente, sino que parece plantearse como un fenómeno social espontáneo desarrollado por imitación». Como en una fea profecía autocumplida, el caso de la Ballena Azul acabó convirtiéndose en realidad: se produjo debido a una cobertura mediática superficial y sensacionalista, explotó el eco del pánico moral generado en la opinión pública y acabó aprovechando las debilidades de personas profundamente vulnerables. Que esta combinación de miedo y desinformación no haya producido ninguna víctima hasta la fecha es solo una coincidencia.
Hoy, ¿qué ha pasado con el mediático caso que estalló en 2016 en torno a la Ballena Azul y sus intentos de imitación? Hagamos un balance de la situación con Andrea Angiolino: